El arte de los problemas de la pareja tradicional
se basan en una incompatibilidad sexual, pero ha de te-
nerse en cuenta que éste es sólo uno de los factores que
estudiaremos.
El conflicto sexual nace esencialmente del reconoci-
miento de la sexualidad femenina. La revolución de la
mujer ha consistido en una aceptación de sus exigencias
sociales, culturales, familiares, políticas y también sexua-
les. La mujer conquista el orgasmo o, mejor dicho, el
derecho al orgasmo. Y esto que parece tan elemental ha
exigido el esfuerzo de varias generaciones.
Carmen Sarmiento, en su libro La Mujer: Una Revolu-
ción en Marcha (Editorial Sedmay, Madrid, 1976) ha re-
sumido y citado los pasos últimos a favor de la emancipa-
ción de la mujer en‘ todos los sentidos, sin olvidar el as-
pecto sexual. La conquistadel orgasmo ha superado la
pérdida del sentido exclusivista del varón. La mujer toda-
vía sigue siendo un objeto para muchos hombres, pero
también es cierto que hay muchos hombres que son sólo
objetos. Lo que cuenta es que la mujer sólo era eso,
mientras que el hombre podía ser otra cosa. Analicemos
algunos de los puntos de la «cosificación femenina» en lo
que concierne a la dimensión sexual. Vamos a considerar
esencialmente las raíces de los conflictos sexuales que se
puedan dar en un matrimonio a consecuencia de su con-
cepción tradicional.
a) Se considera a la mujer como una niña, como a
una criatura angelical que dista mucho de ese concepto
de «perverso polimorfo>> con que Freud definía al niño.
Es decir, la concepción de la mujer como menor de edad
ni siquiera se adecua a la realidad psicológica y psicoso-
cial de la infancia; es una pura idea, mitad arquefípica y
mitad machista.
La mujer-niña debe llegar ignorante al matrimonio en
cuestión de temas sexuales, y así ha llegado hasta épocas
recientes y en algunos casos sigue llegando. Al varón le
interesa no sólo una virginidad anatómica si no mental.
Naturalmente, el varón sólo informará a su mujer de lo
que a él le interesa y cuando lo considere oportuno.
Hoy las cosas están cambiando, pero aún son muchos los
hombres que suponen que «el varón debe saber más».
En el terreno práctico se piensa que la fémina es vaso
ni mancillado ni ancillable. Consecuencia: el varón no
abusa de las capacidades eróticas de su mujer.
Y ésta a su vez espera que el marido la respete, con lo
que se cierra un círculo vicioso.
b) La doble moral: Lo que en lenguaje castizo se lla-
ma «ley del embudo». El varón encierra a su esposa en
una hornacina con siete llaves, y lo hace para salir en
busca de otras mujeres que distan mucho de ese arqueti-
po de inocencia.
Un ejemplo conocido por todos: la experiencia prema-
trimonial del hombre es considerada como algo positivo
y un alto porcentaje de mujeres así lo admiten. Pero aún
en la actualidad el hecho de que la mujer haya tenido
relaciones sexuales previas al matrimonio puede ser tan
grave que hay maridos que lo han tolerado aparentemen-
te, pero que no lo han perdonado. He aquí dos casos.
Caso clínico n. 3. El ha sido un «voyeur» empeder-
nido y lo sigue siendo. Aprovechando sus habilidades
manuales, practicaba orificios en las paredes para con-
templar a las vecinas en el acto de desvestirse; o de hacer
el amor. Se casa con una chica que había tenido relacio-
nes carnales con un novio anterior. Durante el, noviazgo
parece aceptarlo, pero no así a partir de la luna de miel:
se lo echa en cara continuamente a la esposa. Terminan
separándose.
Caso clínico n. 4. Un matrimonio llega a la consulta
presentando el problema de un hijo suyo que, a todas
luces,muestra una conducta psicopática. A los cinco mi-
nutos el marido comienza a exponer el «deshonor» de su
esposa, que había tenido relaciones sexuales con un pri-
mo suyo poco antes de la boda. La esposa le contó el
«desliz» a su marido y él lo perdonó aparentemente. Pero
a partir de la bendicíón del sacerdote, la vida conyugal
ha estado presidida por la ruin venganza de él, que se
deleitará en encarnecer a su esposa y en victimizar al hijo
que, según él, es fruto de las relaciones de ella con su
primo.
c) Se piensa que el protagonismo sexual lo debe ejer-
cer el varón. La mujer es la «muñeca de goma hinchable»
que se puede tomar y dejar. La mujer es un «tiesto-
mingitorio» para depositar semillas y evacuar necesida-
des.
El acto sexual se inicia cuando el varón quiere y no
cuando ella lo desea. El elige la postura y las caricias son
para su placer. Este protagonismo es terriblemente egoís-
ta. Se evidencia tanto en un comportamiento sexual vic-
toriano como en una sexualidad libertina. Así lo muestra
el siguiente caso:
Caso clínico n. 5. Este matrimonio practica lo que
los norteamericanos llaman el mateswapping (cambio de
parejas). Al principio a la pareja le interesaba mucho esta ex-
periencia, pero se ha dado cuenta de que el marido se
inclina más hacia el «cambio» que hacia su propia espo-
sa. Nosotros creemos que ella tiene razón. En efecto,
siempre que se presenta una oportunidad, él «arrastra» a
su mujer sin importarle si a ella le satisface no esa
experiencia. Por consiguiente, ella no se considera feliz
en su matrimonio.
El protagonismo maculino obliga a la esposa a que
acepte la sexualidad de su marido tal como es. Por ejem-
plo, muchos maridos son muy malos amantes, pero la es-
posa debe aceptar esa calderilla erótica sin rechistar y
por supuesto sin buscar una alternativa. Por eso sólo en
casos muy extremos (y es curioso que por razones egoís-
tas, casi siempre) el que padece de eyaculación precoz
acude al médico. En cambio,es habitual que el impoten-
te se angustie, ya que esto lo coloca en un bajísimo ran-
go en la escala del machismo. Pero subrayamos, lo que le
importa es la autoimagen y no la decepción de la mujer.
He aquí un ejemplo:
Caso clínico n. 6. Marido impotente desde siempre.
Esposa sensual que se consuela con otros hombres. El no
se preocupa por su problema. Afirma que «él es como a
él le da la gana ser». No han valido los consejos ni las
súplicas para que se ponga en las manos de un médico.
Ha superado, simplemente, su sentimiento de inferiori-
dad desplegando una agresividad que parece compensar a
ojos de los ignorantes su ineptitud viril en el lecho.
Naturalmente, sólo hay conflicto cuando una fuerza se
enfrenta con otra (Kurt Lewin). Por eso, a pesar de estos
tres malentendidos. los matrimonios de antaño «se soste-
nían» sobre la cuerda floja de la resignación de ella. A
esas mujeres se les pagaba su renuncia con un nimbo de
dignidad, de decencia y de venerabilidad.
Pero la revolución sexual ha supuesto un cambio en las
costumbres e ideas de muchas mujeres. Ahora no acep-
tan su papel de niñas sempiternas, la doble moral y el
protagonismo viril. El sexo, decididamente, se está vol-
viendo incómodo para esos varones que contaban con la
pasividad de la fémina. Algunos de ellos, incluso, se pa-
san con armas y bagajes a la homosexualidad.
CENTRO DE DIAGNÓSTICO Y TRATAMIENTO

lunes, 26 de mayo de 2014
domingo, 25 de mayo de 2014
Swinger
4 por ciento de los hombres y el 4 por ciento de las mujeres
habían practicado el intercambio de parejas, pero todas
las mujeres y la mayoría de los hombres sólo una vez.
Los solteros de más edad suelen tener estas relaciones de
modo más continuado y regular. Respecto a la gente ca-
sada, el autor ha entrevistado a casi 700 hombres
casados y a 740 mujeres, con los siguientes resultados:
sólo el 2 por ciento de los hombres y menos del 2 por
ciento de las mujeres han tenido relaciones con inter-
cambio de pareja. Los casados jóvenes tienen porcenta-
jes algo más altos: el 5 por ciento de hombres y el 2 por
ciento de mujeres, casados y con menos de 25 años ha-
bían participado en experiencias de swínging. Entre los
comprendidos entre las edades de 25-34 años, las han te-
nido el 5 por ciento de los hombres y algo más del 1 por
ciento de las mujeres. No obstante, menos del 1 por
ciento de éstos las tienen de modo frecuente y regular.
Vemos, pues, que es más frecuente entre los solteros
que entre los casados y más. entre los hombres que entre
las mujeres. Estas cifras se refieren a Estados Unidos en
el año 1972. En España es muy probable que los porcen-
tajes sean inferiores. De hecho, es conocido que la ma-
yor parte de los anuncios de swingers que aparecen en
visitas de sexo son falsos y, una vez enviada la carta,
no se vuelve a saber más de los que invitan. En España
está umentando este tipo de invitaciones en revistas,
pero vemos que esto se correlaciona poco con las experiencias.
¿Por qué se busca
la experiencia del swinging?
En estas experiencias, casi todas las parejas tienen
motivos semejantes. Algunos de estos motivos han sido
manifestados al hablar de las orgias, pero los vamos a incluir
aquí también. Albert Ellis, en Censurado (Editorial Gri-
jalbo) también hace una exposición de estas razones que
llevan al swinging, dividiéndolas en "normales" y "neu-
róticas", que también incluiremos aquí.
Reactivar la vida sexual. Con el tiempo, la vida se-
xual de una pareja pierde gran parte del interés y se con-
vierte en una rutina más de la vida; siempre se hace con
la misma persona, la potencia sexual es cada vez menor
y la atracción física hacia el compañero va decreciendo.
Por todo esto la sexualidad de la pareja pierde intensi-
dad. Sin embargo, cuando cambian de area nace un
nuevo estímulo, hay novedad, y esto despierta e
deseo sexual cuando vuelven a su casas, se habran
dado cuenta que lo que pueden hacer trae emoción.
Si las relaciones sexuales se dan siempre
con la misma persona, se llega a la monotonía, por lo que
cambiar de pareja sexual es muy placentero. Ambos
pueden salir mejor de estos intercambios.
Se va a buscar el placer sexual por si mismo. Esto
ya es un logro. En esta sociedad que nos atenaza, el he-
cho de tener unos momentos dedicados sin ningun problema
es algo muy positivo que ayuda al equilibrio
del individuo. Estamos acostumbrados a actuar
siempre con alguna modalidad distinta a el
acto en sí; por ejemplo, no trabajamos por trabajar sino
para ganar dinero, no viajamos por el gusto de viajar sino
para vestar tal día en tal lugar. Los juegos que teníamos de
pequeños y que significaban el juego por sí mismo, van
desapareciendo.
Pues bien, en el interés por el placer;
Significa dejar la rutina.
Se busca la afirmación personal y sexual. Esta fina-
lidad es frecuente en aquellas parejas que se encuentran
en un declive real o subjetivo de la sexualidad, y se rea-
firman al darse cuenta de que pueden ser buenos aman-
tes. También se da el caso de "traumas en estas reunio-
nes: si alguno no puede desempeñarse bien repetidas ve-
ces, es posible que se preocupe y se inquiete, sobre todo
si los demás seburlan de este hecho. No obstante, dadas
las circunstancias con gente conocida; tranquilidad, pareja
nueva es más frecuente que la relación sea agradable y
satisfactorio.
Enriquecimiento del amor. Esto se da no sólo res-
pecto a la pareja habitual sino también al resto de los
participantes. La idea de que eL amor sólo es posible con
una persona es erróneo ya que la mayoría de los indivi-
duosrse ama a los familiares, a los amigos y puede haber
amor erótico con varias personas. En estas sesiones se
establecen nuevos lazos.
Hay personas que también pueden salir perjudicadas del swínging,
al igual que de las orgias, pero hablaremos más adelante del
problema que constituye la posibilidad real de la destruc-
ción de la pareja. Las parejas se ven unidas por el
amor, pero aquellas que se ven separadas es hora de que profundícen
en la searación.
Se adquiere mayor experiencia sexual. Todas las
parejas tienen unos hábitos sexuales y sus experiencías
se limitan siempre. Si se accede a otros encuentros
hay un aprendimiento mutuo, se conocerá genten nueva.
Ambos puede volverse más expertos y fomentar por lo tanto una
mayor variedad en el contacto sexual habitual.
Aventura Y emoción. Suelen ser modos de vivir más las personas
tenemos una doble tentación: por un lado buscamos la sensura
y por el otro la aventura.
Esto sucede más en unas personas que en otras, especialmente
cuando se es joven, un intercambio de parejas es siem-
pre una aventura y una novedad por lo que este aspecto de la
aventura es un placer cuon swinging y se hace habí-
tual pero casi nunca llega a suceder tal cosa, ya que las
reuniones suelen ser poco frecuentes.
Hay otras motivaciones que son indispensables para
el individuo y para la pareja. Albert Ellis nos indica algunas:
— En vez de tener el deseo normal, pueden tener una
necesidad anormal de variedad sexual. Se trataría de
aquellas personas que se han mentalizadó respecto a que
han de tener tales experiencias sexuales y sufren si no las
consiguen. Son los «sedientos» del sexo, obsesionados,
que en realidad no disfrutan de él con la tranquilidad ne-
cesaria.
— Algunos quieren tener más conquistas y satisfacer
su «ego» o su orgullo. No van al swínging para filtrear
sino para contemplarse luego como conquistadores. Con
frecuencia se trata de individuos con una personalidad
pobre o que son narcisistas o se sienten inseguros y
están vacíos de una vida profunda.
— A veces se trata de homosexuales que consiguen
mayor satisfacción viendo la relación de otros individuos
del mismo sexo. Si se trata de hombres, no querrán el
intercambio para tener contacto con mujeres sino para
contemplar las ‘relaciones de los hombres. Lo mismo
puede suceder a las mujeres.
— Puede suceder que los que practican el intercambio
de esposas intentan evïtar las relaciones profundas y
prefieren porlo tanto numerosos contactos sexuales.
Una de las normas del swingíng es la ausencia del com-
promiso emocional, y por ello ciertas personas pueden,
encontrarse a gusto. Naturalmente, también se practica
entre personas que tienen este contacto emotivo y amis-
tad.
Los maridos y mujeres que mantienen relaciones
muy pobres pero que carecen de la valentía para sepa-
rarse y buscar un compañero más adecuado; recurren a
veces al intercambio para conservar estas ínfimas rela-
ciones. Este tipo de parejas pueden quedar definitivamente
rotas por las relaciones ya que no van a buscar el
sexo si no una relación emocional.
habían practicado el intercambio de parejas, pero todas
las mujeres y la mayoría de los hombres sólo una vez.
Los solteros de más edad suelen tener estas relaciones de
modo más continuado y regular. Respecto a la gente ca-
sada, el autor ha entrevistado a casi 700 hombres
casados y a 740 mujeres, con los siguientes resultados:
sólo el 2 por ciento de los hombres y menos del 2 por
ciento de las mujeres han tenido relaciones con inter-
cambio de pareja. Los casados jóvenes tienen porcenta-
jes algo más altos: el 5 por ciento de hombres y el 2 por
ciento de mujeres, casados y con menos de 25 años ha-
bían participado en experiencias de swínging. Entre los
comprendidos entre las edades de 25-34 años, las han te-
nido el 5 por ciento de los hombres y algo más del 1 por
ciento de las mujeres. No obstante, menos del 1 por
ciento de éstos las tienen de modo frecuente y regular.
Vemos, pues, que es más frecuente entre los solteros
que entre los casados y más. entre los hombres que entre
las mujeres. Estas cifras se refieren a Estados Unidos en
el año 1972. En España es muy probable que los porcen-
tajes sean inferiores. De hecho, es conocido que la ma-
yor parte de los anuncios de swingers que aparecen en
visitas de sexo son falsos y, una vez enviada la carta,
no se vuelve a saber más de los que invitan. En España
está umentando este tipo de invitaciones en revistas,
pero vemos que esto se correlaciona poco con las experiencias.
¿Por qué se busca
la experiencia del swinging?
En estas experiencias, casi todas las parejas tienen
motivos semejantes. Algunos de estos motivos han sido
manifestados al hablar de las orgias, pero los vamos a incluir
aquí también. Albert Ellis, en Censurado (Editorial Gri-
jalbo) también hace una exposición de estas razones que
llevan al swinging, dividiéndolas en "normales" y "neu-
róticas", que también incluiremos aquí.
Reactivar la vida sexual. Con el tiempo, la vida se-
xual de una pareja pierde gran parte del interés y se con-
vierte en una rutina más de la vida; siempre se hace con
la misma persona, la potencia sexual es cada vez menor
y la atracción física hacia el compañero va decreciendo.
Por todo esto la sexualidad de la pareja pierde intensi-
dad. Sin embargo, cuando cambian de area nace un
nuevo estímulo, hay novedad, y esto despierta e
deseo sexual cuando vuelven a su casas, se habran
dado cuenta que lo que pueden hacer trae emoción.
Si las relaciones sexuales se dan siempre
con la misma persona, se llega a la monotonía, por lo que
cambiar de pareja sexual es muy placentero. Ambos
pueden salir mejor de estos intercambios.
Se va a buscar el placer sexual por si mismo. Esto
ya es un logro. En esta sociedad que nos atenaza, el he-
cho de tener unos momentos dedicados sin ningun problema
es algo muy positivo que ayuda al equilibrio
del individuo. Estamos acostumbrados a actuar
siempre con alguna modalidad distinta a el
acto en sí; por ejemplo, no trabajamos por trabajar sino
para ganar dinero, no viajamos por el gusto de viajar sino
para vestar tal día en tal lugar. Los juegos que teníamos de
pequeños y que significaban el juego por sí mismo, van
desapareciendo.
Pues bien, en el interés por el placer;
Significa dejar la rutina.
Se busca la afirmación personal y sexual. Esta fina-
lidad es frecuente en aquellas parejas que se encuentran
en un declive real o subjetivo de la sexualidad, y se rea-
firman al darse cuenta de que pueden ser buenos aman-
tes. También se da el caso de "traumas en estas reunio-
nes: si alguno no puede desempeñarse bien repetidas ve-
ces, es posible que se preocupe y se inquiete, sobre todo
si los demás seburlan de este hecho. No obstante, dadas
las circunstancias con gente conocida; tranquilidad, pareja
nueva es más frecuente que la relación sea agradable y
satisfactorio.
Enriquecimiento del amor. Esto se da no sólo res-
pecto a la pareja habitual sino también al resto de los
participantes. La idea de que eL amor sólo es posible con
una persona es erróneo ya que la mayoría de los indivi-
duosrse ama a los familiares, a los amigos y puede haber
amor erótico con varias personas. En estas sesiones se
establecen nuevos lazos.
Hay personas que también pueden salir perjudicadas del swínging,
al igual que de las orgias, pero hablaremos más adelante del
problema que constituye la posibilidad real de la destruc-
ción de la pareja. Las parejas se ven unidas por el
amor, pero aquellas que se ven separadas es hora de que profundícen
en la searación.
Se adquiere mayor experiencia sexual. Todas las
parejas tienen unos hábitos sexuales y sus experiencías
se limitan siempre. Si se accede a otros encuentros
hay un aprendimiento mutuo, se conocerá genten nueva.
Ambos puede volverse más expertos y fomentar por lo tanto una
mayor variedad en el contacto sexual habitual.
Aventura Y emoción. Suelen ser modos de vivir más las personas
tenemos una doble tentación: por un lado buscamos la sensura
y por el otro la aventura.
Esto sucede más en unas personas que en otras, especialmente
cuando se es joven, un intercambio de parejas es siem-
pre una aventura y una novedad por lo que este aspecto de la
aventura es un placer cuon swinging y se hace habí-
tual pero casi nunca llega a suceder tal cosa, ya que las
reuniones suelen ser poco frecuentes.
Hay otras motivaciones que son indispensables para
el individuo y para la pareja. Albert Ellis nos indica algunas:
— En vez de tener el deseo normal, pueden tener una
necesidad anormal de variedad sexual. Se trataría de
aquellas personas que se han mentalizadó respecto a que
han de tener tales experiencias sexuales y sufren si no las
consiguen. Son los «sedientos» del sexo, obsesionados,
que en realidad no disfrutan de él con la tranquilidad ne-
cesaria.
— Algunos quieren tener más conquistas y satisfacer
su «ego» o su orgullo. No van al swínging para filtrear
sino para contemplarse luego como conquistadores. Con
frecuencia se trata de individuos con una personalidad
pobre o que son narcisistas o se sienten inseguros y
están vacíos de una vida profunda.
— A veces se trata de homosexuales que consiguen
mayor satisfacción viendo la relación de otros individuos
del mismo sexo. Si se trata de hombres, no querrán el
intercambio para tener contacto con mujeres sino para
contemplar las ‘relaciones de los hombres. Lo mismo
puede suceder a las mujeres.
— Puede suceder que los que practican el intercambio
de esposas intentan evïtar las relaciones profundas y
prefieren porlo tanto numerosos contactos sexuales.
Una de las normas del swingíng es la ausencia del com-
promiso emocional, y por ello ciertas personas pueden,
encontrarse a gusto. Naturalmente, también se practica
entre personas que tienen este contacto emotivo y amis-
tad.
Los maridos y mujeres que mantienen relaciones
muy pobres pero que carecen de la valentía para sepa-
rarse y buscar un compañero más adecuado; recurren a
veces al intercambio para conservar estas ínfimas rela-
ciones. Este tipo de parejas pueden quedar definitivamente
rotas por las relaciones ya que no van a buscar el
sexo si no una relación emocional.
Miedos y Ansiedades
En parte estos sentimientos y emo-
ciones son causados por la presencia de lo desconocido;
el otro, máxime si es del sexo «opuesto», siempre es algo
nuevo y no sabemos qué ocurrirá entre la otra persona y
nosotros. Pero también se funda en:
— El temor individual, base de todos los temores co-
lectivos.
— El temor común de todos.
— El temor de las instituciones sociales.
Veamos. Al permitir el sexo «libre» se considera que
ese individuo es capaz de actuar y decidir por sí mismo,
que es persona, que va a tener una relación personal con
otro individuo y que ésta no irá en contra de nadie ni
destruirá nada; por el contrario, se va a enriquecer y esto
es bueno para todos. Pero nuestra sociedad no cree en
nada de esto y demuestra día a día todo lo contrario.
Indivídualmente. sabemos y sentimos que el sexo es
algo profundo, que brota de lo más hondo de nuestro ser,
que puede escapar a nuestro dominio, nos puede hacer
«perder la cabeza» e incluso que actuemos contra las
convenciones sociales. En realidad, es el temor a nues-
tras posibilidades, a nuestra libertad.
Los prejuicios contra el sexo ‘son una faceta más de la
represión y del temor a la libertad del individuo. ¿Quié-
nes reprimirán con más fuerza las manifestaciones sexua-
les? Quienes repriman con más fuerza la libertad del
hombre. En las épocas en que resplandecía la libertad
humana, han florecido las artes, la cultura en general y se
han permitido socialmente numerosas manifestaciones
sexuales. Recordemos, por ejemplo, la Grecia clásica,
con su ciencia, su filosofía, su arte, sus desnudos; su pe-
derastía, sus homosexuales; se permitía la expansión
humana en todo sentido, sin miedo a la libertad.
Audacia en el sexo
Por todo lo dicho anteriormente, para liberarse de todo
cuanto hemos dicho y ser capaz de vivir el sexo plena-
mente, hace falta ser audaz y tener imaginación. Para
ello necesitaremos:
— Deshacemos de nuestros prejuicios. Pero éstos se
encuentran muy arraigados en nuestro interior, por lo
que es necesaria una doble labor: por una parte cambiar
nuestra mentalidad, lo que se puede hacer mediante la
reflexión, lecturas y conversaciones sobre estos temas;
por otro lado, actuando. Si practicamos el sexo audaz
nos daremos cuenta de que las ideas que teníamos eran
ínfundadas, de que los peligros que creíamos que nos
amenazaban en realidad no existen y que todo es más
natural y normal de lo que pensábamos. Quien pretenda
cambiar sus ideas y prejuicios sexuales exclusivamente
con su mente, difícilmente lo conseguirá, puesto que es-
tán muy profundamente arraigados.
—— Confiar en nosotros mismos, en nuestras posibili-
dades a desarrollar, en nuestra bondad y capacidad para
dirigir nuestras vidas sin que nadie tenga que estar detrás
con un látigo. De esta manera desaparecería el temor a
nuestra libertad y a la libertad del compañero. Para ad-
quirir esta confianza es necesaria la seguridad en uno
mismo, esa seguridad ontológica de la que hablaba Ro-
nald Laing en El yo dividido. La persona segura confía en
sí misma y puede salir al encuentro de los demás para
establecer relaciones de todo tipo, incluidas las sexuales,
sin que esto le destruya.
— Prescindir de la sociedad, ya que hoy se muestra
en general contraria a casi todas las libertades sexuales.
— Audacia. Con esto nos referimos al valor, a la osa-
día, al atrevimiento. No podremos superar los prejuicios
sin este valor. Todo lo que signifique romper con los
moldes establecidos, con «lo de siempre», requiere per-
sonas atrevidas y activas. En el tema que nos ocupa esto
es fundamental si queremos tener contactos sexuales dis-
tintos de los «normales» o frecuentes, ya que la relación
es cosa de dos personas y quizás una de ellas necesite
un pequeño «empujoncito» para decidirse a vivir el sexo
audaz.
— Experimentar. Es importante informarse por medio
de lecturas y conversaciones, pero lo fundamental es la
experimentación. Probar una técnica y otra, distintas
maneras de la relación. Después de haber experimentado
multitud de ellas, veremos cuál nos gusta más a nosotros
y a nuestra pareja. Todas las personas, según sus carac-
terísticas —modo de ser, sensibilidad de sus zonas eró-
genas, hábitos anteriores——- tienen más satisfacción con
unas técnicas que con otras. Alguien puede tener una
gran sensibilidad en sus manos, otra persona es muy sen-
sible en sus labios, una mujer puede necesitar una mí-
nima estimulación váginal para excitarse, aquel hombre
es más brusco, este es delicado. Se debe descubrir qué le
gusta más a nuestra pareja y a nosotros mismos, para lo
que se requiere la experimentación; cuanto más se
pruebe, mejor. La actitud de rechazar una determinad
técnica sin haberla experimentado antes es cortar una
posibilidad sin razones suficientes; una vez que la haya-
mos experimentado, podremos decir sí realmente nos
gusta o no y, en el último caso desecharla.
-- Practicar. Una determinada manera de relación se-
xual puede no gustarnos o gustarmos poco las primeras
veces, pero a través de su práctica nos puede resultar
más placentera de lo que suponíamos. En general, todos
los modos de relación sexual necesitan un período de
aprendizaje y práctica. Incluso el coito vaginal es reali-
Zado con más satisfacción para ambos después de
algún tiempo de relaciones, por ejemplo un año.
La ventaja de la práctica es que al ser más expertos
atenderemos mas al placer y a la satisfacción
que se obtiene de cada postura y sabremos proporcionár-
selo mejor al compañero. Por ejemplo, si es la primera
vez que una pareja hace la felación, ninguno de los dos
sabe qué va a satisfacer más al hombre: si le gustará la
presión suave o el frote vigoroso, si el contacto con los
dientes en un determinado momento le gustará o no;
cuando se hace el cunnilingus por primera vez, es posible
que el hombre no sepa encontrar el clítoris o no sepa si la
compañera prefiere el contacto con éste desde el principio
o la estimulación manual antes, si quiere la penetración
del pene y sólo gusta del cunnilingus como prelimi-
nar del coito.
Todo esto lo permite saber la práctica. Cuando se ín-
tenta una postura o técnica nueva np se puede abando-
narla hasta haberla repetido y realizado adecuadamente,
sabiendo entonces lo que puede dar de sí tal modalidad.
En lo que se refiere al sexo anal, las primeras veces que
la pareja lo practique apenas les será placentero e incluso
puede llegar a producir dolor, pero cuando la mujer
aprende a relajarse y el hombre a comenzar con la nece-
saria suavidad y del modo que a su compañera más le
agrade, entonces se convierte en una modalidad que
puede ser muy agradable en cualquier momento, y sobre
todo cuando, por determinadas circunstancias, es la más
útil y adecuada.
El sexo requiere un a rendizaje. Esto se hará con el
tiempo,n siempre que los dos estén ilusionados y deseosos
de dar satisfacción mutua.
Condiciones para los juegos audaces.
Creemos que la condición para que estas relaciones
agraden a ambos y se repitan cada vez con más ilusión es
únicamente la siguiente: el respeto al otro, de la que se
deriva otra: no ser egoísta. Esto es fundamental. Una
relación sexual en la que uno de los dos está sufriendo,
no merece llamarse relación. No se puede admitir que
uno esté molesto para que el otro goce. Esto era muy
frecuente en el coito realizado con una actitud sexonega-
tiva: la mujer «aguantaba» y soportaba al hombre mien-
tras éste se «desfogaba». Hay momentos en que el sexo
se puede centrar en el hombre, otros en la mujer, pero
siempre deben tenerse en cuenta a ambos. Aquellas per-
sonas que sufren sin decirlo «para que él o ella se en-
cuentren mejor», en realidad están perjudicándose, ya
que inconscientemente se crea una resistencia interior a
repetir ese acto que nos hace sentir molestos o sufrir,
con lo que la relación se volverá cada vez más distante.
ciones son causados por la presencia de lo desconocido;
el otro, máxime si es del sexo «opuesto», siempre es algo
nuevo y no sabemos qué ocurrirá entre la otra persona y
nosotros. Pero también se funda en:
— El temor individual, base de todos los temores co-
lectivos.
— El temor común de todos.
— El temor de las instituciones sociales.
Veamos. Al permitir el sexo «libre» se considera que
ese individuo es capaz de actuar y decidir por sí mismo,
que es persona, que va a tener una relación personal con
otro individuo y que ésta no irá en contra de nadie ni
destruirá nada; por el contrario, se va a enriquecer y esto
es bueno para todos. Pero nuestra sociedad no cree en
nada de esto y demuestra día a día todo lo contrario.
Indivídualmente. sabemos y sentimos que el sexo es
algo profundo, que brota de lo más hondo de nuestro ser,
que puede escapar a nuestro dominio, nos puede hacer
«perder la cabeza» e incluso que actuemos contra las
convenciones sociales. En realidad, es el temor a nues-
tras posibilidades, a nuestra libertad.
Los prejuicios contra el sexo ‘son una faceta más de la
represión y del temor a la libertad del individuo. ¿Quié-
nes reprimirán con más fuerza las manifestaciones sexua-
les? Quienes repriman con más fuerza la libertad del
hombre. En las épocas en que resplandecía la libertad
humana, han florecido las artes, la cultura en general y se
han permitido socialmente numerosas manifestaciones
sexuales. Recordemos, por ejemplo, la Grecia clásica,
con su ciencia, su filosofía, su arte, sus desnudos; su pe-
derastía, sus homosexuales; se permitía la expansión
humana en todo sentido, sin miedo a la libertad.
Audacia en el sexo
Por todo lo dicho anteriormente, para liberarse de todo
cuanto hemos dicho y ser capaz de vivir el sexo plena-
mente, hace falta ser audaz y tener imaginación. Para
ello necesitaremos:
— Deshacemos de nuestros prejuicios. Pero éstos se
encuentran muy arraigados en nuestro interior, por lo
que es necesaria una doble labor: por una parte cambiar
nuestra mentalidad, lo que se puede hacer mediante la
reflexión, lecturas y conversaciones sobre estos temas;
por otro lado, actuando. Si practicamos el sexo audaz
nos daremos cuenta de que las ideas que teníamos eran
ínfundadas, de que los peligros que creíamos que nos
amenazaban en realidad no existen y que todo es más
natural y normal de lo que pensábamos. Quien pretenda
cambiar sus ideas y prejuicios sexuales exclusivamente
con su mente, difícilmente lo conseguirá, puesto que es-
tán muy profundamente arraigados.
—— Confiar en nosotros mismos, en nuestras posibili-
dades a desarrollar, en nuestra bondad y capacidad para
dirigir nuestras vidas sin que nadie tenga que estar detrás
con un látigo. De esta manera desaparecería el temor a
nuestra libertad y a la libertad del compañero. Para ad-
quirir esta confianza es necesaria la seguridad en uno
mismo, esa seguridad ontológica de la que hablaba Ro-
nald Laing en El yo dividido. La persona segura confía en
sí misma y puede salir al encuentro de los demás para
establecer relaciones de todo tipo, incluidas las sexuales,
sin que esto le destruya.
— Prescindir de la sociedad, ya que hoy se muestra
en general contraria a casi todas las libertades sexuales.
— Audacia. Con esto nos referimos al valor, a la osa-
día, al atrevimiento. No podremos superar los prejuicios
sin este valor. Todo lo que signifique romper con los
moldes establecidos, con «lo de siempre», requiere per-
sonas atrevidas y activas. En el tema que nos ocupa esto
es fundamental si queremos tener contactos sexuales dis-
tintos de los «normales» o frecuentes, ya que la relación
es cosa de dos personas y quizás una de ellas necesite
un pequeño «empujoncito» para decidirse a vivir el sexo
audaz.
— Experimentar. Es importante informarse por medio
de lecturas y conversaciones, pero lo fundamental es la
experimentación. Probar una técnica y otra, distintas
maneras de la relación. Después de haber experimentado
multitud de ellas, veremos cuál nos gusta más a nosotros
y a nuestra pareja. Todas las personas, según sus carac-
terísticas —modo de ser, sensibilidad de sus zonas eró-
genas, hábitos anteriores——- tienen más satisfacción con
unas técnicas que con otras. Alguien puede tener una
gran sensibilidad en sus manos, otra persona es muy sen-
sible en sus labios, una mujer puede necesitar una mí-
nima estimulación váginal para excitarse, aquel hombre
es más brusco, este es delicado. Se debe descubrir qué le
gusta más a nuestra pareja y a nosotros mismos, para lo
que se requiere la experimentación; cuanto más se
pruebe, mejor. La actitud de rechazar una determinad
técnica sin haberla experimentado antes es cortar una
posibilidad sin razones suficientes; una vez que la haya-
mos experimentado, podremos decir sí realmente nos
gusta o no y, en el último caso desecharla.
-- Practicar. Una determinada manera de relación se-
xual puede no gustarnos o gustarmos poco las primeras
veces, pero a través de su práctica nos puede resultar
más placentera de lo que suponíamos. En general, todos
los modos de relación sexual necesitan un período de
aprendizaje y práctica. Incluso el coito vaginal es reali-
Zado con más satisfacción para ambos después de
algún tiempo de relaciones, por ejemplo un año.
La ventaja de la práctica es que al ser más expertos
atenderemos mas al placer y a la satisfacción
que se obtiene de cada postura y sabremos proporcionár-
selo mejor al compañero. Por ejemplo, si es la primera
vez que una pareja hace la felación, ninguno de los dos
sabe qué va a satisfacer más al hombre: si le gustará la
presión suave o el frote vigoroso, si el contacto con los
dientes en un determinado momento le gustará o no;
cuando se hace el cunnilingus por primera vez, es posible
que el hombre no sepa encontrar el clítoris o no sepa si la
compañera prefiere el contacto con éste desde el principio
o la estimulación manual antes, si quiere la penetración
del pene y sólo gusta del cunnilingus como prelimi-
nar del coito.
Todo esto lo permite saber la práctica. Cuando se ín-
tenta una postura o técnica nueva np se puede abando-
narla hasta haberla repetido y realizado adecuadamente,
sabiendo entonces lo que puede dar de sí tal modalidad.
En lo que se refiere al sexo anal, las primeras veces que
la pareja lo practique apenas les será placentero e incluso
puede llegar a producir dolor, pero cuando la mujer
aprende a relajarse y el hombre a comenzar con la nece-
saria suavidad y del modo que a su compañera más le
agrade, entonces se convierte en una modalidad que
puede ser muy agradable en cualquier momento, y sobre
todo cuando, por determinadas circunstancias, es la más
útil y adecuada.
El sexo requiere un a rendizaje. Esto se hará con el
tiempo,n siempre que los dos estén ilusionados y deseosos
de dar satisfacción mutua.
Condiciones para los juegos audaces.
Creemos que la condición para que estas relaciones
agraden a ambos y se repitan cada vez con más ilusión es
únicamente la siguiente: el respeto al otro, de la que se
deriva otra: no ser egoísta. Esto es fundamental. Una
relación sexual en la que uno de los dos está sufriendo,
no merece llamarse relación. No se puede admitir que
uno esté molesto para que el otro goce. Esto era muy
frecuente en el coito realizado con una actitud sexonega-
tiva: la mujer «aguantaba» y soportaba al hombre mien-
tras éste se «desfogaba». Hay momentos en que el sexo
se puede centrar en el hombre, otros en la mujer, pero
siempre deben tenerse en cuenta a ambos. Aquellas per-
sonas que sufren sin decirlo «para que él o ella se en-
cuentren mejor», en realidad están perjudicándose, ya
que inconscientemente se crea una resistencia interior a
repetir ese acto que nos hace sentir molestos o sufrir,
con lo que la relación se volverá cada vez más distante.
jueves, 22 de mayo de 2014
CAPITULO III
Si bien cabe considerar el amor como una entidad
abstracta, y filosofar, acerca de la misma, cuando nos
acercamos al hombre y la mujer que se afanan por que-
rerse no encontrarnos si no dos cuerpos animados, o dos
existencias encarnadas, macho y hembra, uno frente y
junto al otro que se encuentran y se reconocen, se comu-
nican y se entienden sin otro instrumento que el lenguaje
de que disponen, lenguaje que va más allá de las palabras
y compromete hasta el más leve movimiento de losla-
bios. Es difícil el lenguaje del amor, desacostumbrado al
menos; no parecen suficientes las palabras para llegar
con el corazón allí donde deseamos.
En la estrecha convivencia de la vida de una pareja el
cuerpo dé uno y otro soporta el peso de la responsabili-
dad de entenderse. Por ello es fundamental comprender
dos aspectos:
a) Una buena educación meramente física entre los
dos será necesaria para una vida sexual satisfactoria.
b) Y lo que es más importante, el cuerpo es un ele-
mento comunicacional de primera importancia. Conti—
nuamente nos estamos confirmando o poniendo en duda
los afectos respectivos entre las personas (en la pareja la
inseguridad respecto del sentimiento amoroso del otro
puede ser un grave inconveniente). Y además es por lo
general el elemento que hace posible (por su encanto, por
su belleza, porque inspira confianza...) que surja el amor,
o el «enamoramiento» o por lo menos el interés por al-
guien, a lo que habrá de seguir otra experiencia emocio-
nal más profunda. Porque, como dice Ortega: «amar es
algo más grave y significativo que entusiasmarse con las
líneas de una cara y el color de una mejilla; es decidirse
por un cierto tipo de humanidad que simbólicamente va
anunciado en los detalles del rostro, de la voz y del
gusto».
El cuerpo es, por tanto, un baluarte que con más o
menos responsabilidad o importancia hace posible una
forma determinada de relación interpersonal, también en
la pareja, y también, por supuesto, en la erótica-
individual y colectiva.
En este sentido importa del cuerpo lo que de él resulta
expresivo: el rostro, las manos. lá cadencia de sus mo-
vimientos, mirada, voz... pero hay algo más y sobre ello
nos vamos a detener unos momentos: hemos vestido
nuestro cuerpo con una serie de vestimentas; que coad-
yuvan de forma importante a definir nuestra personali-
dad social (es decir, quién somos, cómo somos ante los
demás). Piénsese en el caso del militar, del sacerdote, del
médico en el hospital... su formal de vestir nos dice ya
algo respecto de esas personas. Con el traje ayudamos a
aclarar: sexo, edad, posición social... y otros rasgos de
carácter. Dentro de las vestimentas nos sentimos bas-
tante protegidos aunque no reparemos a menudo en ello.
Y si no pongámonos en el caso contrario: despojados de
nuestras vestimentas casi todo el mundo sentiría ver- .
güenza de estar así en público, como en inferioridad de
condiciones, más vulnerables.
abstracta, y filosofar, acerca de la misma, cuando nos
acercamos al hombre y la mujer que se afanan por que-
rerse no encontrarnos si no dos cuerpos animados, o dos
existencias encarnadas, macho y hembra, uno frente y
junto al otro que se encuentran y se reconocen, se comu-
nican y se entienden sin otro instrumento que el lenguaje
de que disponen, lenguaje que va más allá de las palabras
y compromete hasta el más leve movimiento de losla-
bios. Es difícil el lenguaje del amor, desacostumbrado al
menos; no parecen suficientes las palabras para llegar
con el corazón allí donde deseamos.
En la estrecha convivencia de la vida de una pareja el
cuerpo dé uno y otro soporta el peso de la responsabili-
dad de entenderse. Por ello es fundamental comprender
dos aspectos:
a) Una buena educación meramente física entre los
dos será necesaria para una vida sexual satisfactoria.
b) Y lo que es más importante, el cuerpo es un ele-
mento comunicacional de primera importancia. Conti—
nuamente nos estamos confirmando o poniendo en duda
los afectos respectivos entre las personas (en la pareja la
inseguridad respecto del sentimiento amoroso del otro
puede ser un grave inconveniente). Y además es por lo
general el elemento que hace posible (por su encanto, por
su belleza, porque inspira confianza...) que surja el amor,
o el «enamoramiento» o por lo menos el interés por al-
guien, a lo que habrá de seguir otra experiencia emocio-
nal más profunda. Porque, como dice Ortega: «amar es
algo más grave y significativo que entusiasmarse con las
líneas de una cara y el color de una mejilla; es decidirse
por un cierto tipo de humanidad que simbólicamente va
anunciado en los detalles del rostro, de la voz y del
gusto».
El cuerpo es, por tanto, un baluarte que con más o
menos responsabilidad o importancia hace posible una
forma determinada de relación interpersonal, también en
la pareja, y también, por supuesto, en la erótica-
individual y colectiva.
En este sentido importa del cuerpo lo que de él resulta
expresivo: el rostro, las manos. lá cadencia de sus mo-
vimientos, mirada, voz... pero hay algo más y sobre ello
nos vamos a detener unos momentos: hemos vestido
nuestro cuerpo con una serie de vestimentas; que coad-
yuvan de forma importante a definir nuestra personali-
dad social (es decir, quién somos, cómo somos ante los
demás). Piénsese en el caso del militar, del sacerdote, del
médico en el hospital... su formal de vestir nos dice ya
algo respecto de esas personas. Con el traje ayudamos a
aclarar: sexo, edad, posición social... y otros rasgos de
carácter. Dentro de las vestimentas nos sentimos bas-
tante protegidos aunque no reparemos a menudo en ello.
Y si no pongámonos en el caso contrario: despojados de
nuestras vestimentas casi todo el mundo sentiría ver- .
güenza de estar así en público, como en inferioridad de
condiciones, más vulnerables.
CAPITULO I
Siendo el amor una de las más profundas y radi-
cales experiencias que llegan a conmover a la persona a
lo largo de la existencia, se convierte en la clave para
poder desentrañar los secretos del destino de cada cual.
En él bebe la inspiración de los poetas, la creatividad del
artista y las más apremiantes necesidades humanas. Sen-
timientos, misterio, aspiración, fuerza divina, comunica-
ción, pasión, siempre en el centro de la vida de las per-
sonas, las culturas y las civilizaciones haciendo posible,
según la idea que de él predomine, mil formas distintas
de entender y vivir la existencia.
Tradicionalmente se distinguen cuatro clases de amor,
de distintas dimensiones y significados. La más inme-
diata y vinculada a la estructura biológica del hombre es
el sexo, sobre cuya actividad descansa la procreación, la
continuidad de la especie. Una segunda forma es el
«eros», entendído en sentido general como impulso hacia
toda forma de creatividad, de fertilidad, que nos dirige
hacia aspectos más elevados del ser y de la relación. El
amor fraternal o «philia» hace posible la amistad y la re-
lación de igualdad y reciprocidad entre unos y otros. Fi-
nalmente el «ágape o caritas» que sería la forma más su-
blime de entender el amor, cuyo prototipo es el amor de
Dios por las criaturas, y que en el hombre hace posible la
experiencia mística y religiosa, y dedicar la propia activi-
dad y esfuerzo en favor del bienestar del prójimo. Toda
experiencia humana de auténtico amor es una mezcla, en
proporciones variables, de estas cuatro ya citadas.
En los momentos actuales asistimos a una revaloriza-
ción del amor, formulado de forma imprecisa, ambigua
muchas veces, La represión sexual ha cedido ostensi-
blemente y sin embargo las cosas siguen sin gustarnos.
Parece ya dicho todo lo que podría decirse del amor,
pero el hombre moderno —apresurado e inmaduro- si-
gue sin entender que es más interesante, divertido y,
desde luego, mejor para la salud, hacer el amor, y no la
guerra. Este, que venía siendo el canto a la vida de los
jóvenes contestatarios desde los años sesenta, sigue
siendo en nuestros días una apremiante necesidad.
Pero, ¿de qué clase de amor estamos tan necesitados?,
¿no parece un contrasentido afirma a un mismo tiempo la
erotización y sexualización de la vida moderna y la
falta de amor? ¿no es acaso la sexualidad una forma,
muy natural y humana de vivir el amor? Efectivamente
esto último es cierto pero, así como en la Antigüedad da-
ban por descontado el sexo y la lujuria (aceptándolo
como elemento imprescindible de la vida de sus gentes y
ocupándose de su realización más satisfactoria). Sólo en
la era contemporánea hemos conseguido escoger el sexo
como nuestra principal preocupación y le hemos exigido
soportar el peso de las otras formas de amor, tal como
señalan Dubois y Caballero en su estudio de «La revolu-
ción sexual».
cales experiencias que llegan a conmover a la persona a
lo largo de la existencia, se convierte en la clave para
poder desentrañar los secretos del destino de cada cual.
En él bebe la inspiración de los poetas, la creatividad del
artista y las más apremiantes necesidades humanas. Sen-
timientos, misterio, aspiración, fuerza divina, comunica-
ción, pasión, siempre en el centro de la vida de las per-
sonas, las culturas y las civilizaciones haciendo posible,
según la idea que de él predomine, mil formas distintas
de entender y vivir la existencia.
Tradicionalmente se distinguen cuatro clases de amor,
de distintas dimensiones y significados. La más inme-
diata y vinculada a la estructura biológica del hombre es
el sexo, sobre cuya actividad descansa la procreación, la
continuidad de la especie. Una segunda forma es el
«eros», entendído en sentido general como impulso hacia
toda forma de creatividad, de fertilidad, que nos dirige
hacia aspectos más elevados del ser y de la relación. El
amor fraternal o «philia» hace posible la amistad y la re-
lación de igualdad y reciprocidad entre unos y otros. Fi-
nalmente el «ágape o caritas» que sería la forma más su-
blime de entender el amor, cuyo prototipo es el amor de
Dios por las criaturas, y que en el hombre hace posible la
experiencia mística y religiosa, y dedicar la propia activi-
dad y esfuerzo en favor del bienestar del prójimo. Toda
experiencia humana de auténtico amor es una mezcla, en
proporciones variables, de estas cuatro ya citadas.
En los momentos actuales asistimos a una revaloriza-
ción del amor, formulado de forma imprecisa, ambigua
muchas veces, La represión sexual ha cedido ostensi-
blemente y sin embargo las cosas siguen sin gustarnos.
Parece ya dicho todo lo que podría decirse del amor,
pero el hombre moderno —apresurado e inmaduro- si-
gue sin entender que es más interesante, divertido y,
desde luego, mejor para la salud, hacer el amor, y no la
guerra. Este, que venía siendo el canto a la vida de los
jóvenes contestatarios desde los años sesenta, sigue
siendo en nuestros días una apremiante necesidad.
Pero, ¿de qué clase de amor estamos tan necesitados?,
¿no parece un contrasentido afirma a un mismo tiempo la
erotización y sexualización de la vida moderna y la
falta de amor? ¿no es acaso la sexualidad una forma,
muy natural y humana de vivir el amor? Efectivamente
esto último es cierto pero, así como en la Antigüedad da-
ban por descontado el sexo y la lujuria (aceptándolo
como elemento imprescindible de la vida de sus gentes y
ocupándose de su realización más satisfactoria). Sólo en
la era contemporánea hemos conseguido escoger el sexo
como nuestra principal preocupación y le hemos exigido
soportar el peso de las otras formas de amor, tal como
señalan Dubois y Caballero en su estudio de «La revolu-
ción sexual».
LOS SENTIDOS Y EL SEXO
Según Kinsey, todo el cuerpo tiene capacidad
erógena, que se manifiesta a través del sistema nervioso.
El cerebro recibe los impulsos de los órganos sensoriales
y tanto aquél como éstos son imprescindibles para las
sensaciones sexuales. Si desconectamos el cerebro de los
órganos genitales —como ocurre cuando hay una sección
total de las médula espinal- comprobaremos cómo queda
anulada toda sensación de placer sexual, por muy bien
que funcionen dichos órganos. Y viceversa: el cerebro,
que por sí solo puede crear actividad sexual como ocurre
en los sueños y en las poluciones nocturnas, necesita de
los órganos genitales para poder manifestarla, si bien
puede prescindir de ellos para su sensación placentera.
El cerebro puede, incluso, anular psíquicamente un esti-
mulo físico’ producido en los genitales inhibiendo, por
ejemplo, su fantasía sexual para impedir así una eyacula-
ción precoz.
Los estímulos externos alcanzan los órganos sensoria-
les y en las terminaciones nerviosas de éstos se producen
luego unos impulsos bioeléctricos que recorren los ner-
vios hasta llegar a la médula o directamente al cerebro.
Cuando los estímulos sexuales son táctiles, alcanzan
las terminaciones nerviosas de la piel y producen los im-
pulsos bioeléctricos que recorrerán los nervios raquídeos
para llegar a la médula espinal -concretamente a la zona
lumbar cuando se estimula la piel de los genitales—; a
partir de aquí van por dos caminos: uno que llega direc-
tamente al cerebro para informar del estímulo y elaborar
respuestas psicofísicas complejas y otro que sale inme-
diatamente de la médula para producir, al llegar a la zona
estimulada, una respuesta inconsciente refleja y rápida.
Así, pues, el parapléjico (persona paralítica de la cintura
para abajo, por una sección medular o por otras causas)
generalmente consigue eyaculaciones, aunque no obtiene
placer de éstas.
Los estímulos sexuales no táctiles —vista, oído, olfato
y gusto- llegan directamente al cerebro produciendo
una respuesta en cualquier zona del cuerpo. Cuando se
añaden las percepciones táctiles a las no táctiles se pro-
duce un aumento en la percepción de todas. Así, por
ejemplo, en el sexo se incrementan el placer y la excita-
ción si además de tocar los seno, los estamos contem-
plando. Van der Velde (1926) recomienda mezclar en el
beso los sentidos del tacto, del gusto y del olfato.
No termina aquí el papel del sistema nervioso sino
que, gracias a una parte especializada del mismo —el sis-
tema nervioso autónomo o involuntario- conseguimos
obtener modificaciones adecuadas en nuestros genitales
para facilitar la realización del acto sexual, como puede
ser la lubricación de la vagina y del pene, además de mo-
dificaciones generales, como el aumento del pulso, del
ritmo respiratorio y otras.
La vista
Si no partimos de un primer estímulo sexual, no sería
fácil desencadenar el proceso de pensamientos sexuales
que nos llevarán seguidamente a la práctica. Esto es así
porque la vista predomina sobre los otros sentidos en
nuestro cerebro y permanece casi constantemente conec-
tada a nuestros actos, guiándolos.
Veamos lo que ocurre ante la visión de una imagen
erótica, como por ejemplo el caminar ondulante de una
joven: la luz y el color de esta imagen llegan a las termi-
nales nerviosas de la retina, las cuales se unen para for-
mar el nervio óptico a través del cual alcanzan la corteza
cerebral en su región occipital. Esta envía la información
a otras áreas especializadas del cerebro que realizan di-
versas misiones: evocar antiguas imágenes y situaciones
relacionadas con las actuales, almacenar la escena para,
a su vez, ser recordada ¡en un futuro, dar órdenes a los
músculos para que realicen movimientos como mover la
cabeza para seguir contemplando tan voluptuoso cami-
nar, relacionar esta imagen erótica con otros sentidos
para alertarlos —sentir su perfume, oír su taconeo—, in-
troducir el cuadro dentro de la vida psíquica superior
mediante el análisis moral y filosófico de la situación, do-
taria de contenido emocional —agrado, placer, interés,
pasión-— e instintivo.
Además, se realiza la activación genital mediante la
acción de los nervios periféricos llegados desde el cere-
bro a través de la médula espinal, tal como indicáramos
en el esquema anterior.
Estas imágenes eróticas se van grabando durante toda
nuestra vida y al repetirse ante nuestra vista, desencade-
nan casi inconscientemente y a gran velocidad una íntima
y vertiginosa serie de sensaciones eróticas que provoca-
rán irremediablemente el deseo sexual y, por tanto, el
ansia de su satisfacción.
El «voyeurismo» o «mironismo» no es sino el meca-
nismo habitual de todos los humanos para iniciarse en la
actividad sexual propiamente dicha, aunque hay seres a
quienes les resulta especialmente grata la prolongación
de esta etapa previa, llegando incluso en algunos casos
raros, a ser el único objeto sexual necesario para la satis-
facción: es a éstos a quienes se aplica el término «vo-
yeur» en sentido estricto.
El olfato
En toda la escala animal y durante la época de celo,
tiene gran importancia la atracción que experimenta la
pareja ante la olfación de unas hormonas sexuales —las
ferhormonas— pulverizadas en el ambiente y desprendi-
das fundamentalmente por el hombre. Esto no podría de-
jar de ocurrir en los hombres por el simple hecho de ha-
berse levantado y estar apoyados sobre dos patas, hazaña
que ha envanecido al hombre lo suficiente como para
pretender ignorar este vestigio ancestral.
De todos modos, la importancia que ocupa el olfato en
la vida moderna es extraordinaria; de ahí la enorme proli-
feración de la industria de perfumes, sobre todo femeni-
nos. Se pretende disimular y ocultar aquel olor que re-
cuerda los momentos más "animales" y más «naturales»
del hombre, en circunstancias ‘que aparentemente indican
una superación de nuestros orígenes. Es sabido que los
amantes que quieren ocultar su reciente actividad sexual
airean bien la habitación antes de que nadie pueda entrar,
con el fin de no ser descubiertos por el olor peculiar que
han dejado en ella.
Cuando alguien toma un alimento desagradable suele
experimentar náuseas de tan sólo volver a olerlo poste-
riormente. Lo, mismo ocurre con el sexo. Un olor nos
trae recuerdos eróticos, nos excita o nos impulsa a huir
de la persona que lo lleva.
El oído
De la misma manera que la vista, el oído puede recibir
frases, notas musicales y ruidos que desencadenan el
despertar sexual.
Muchas parejas necesitan esta «ayudita» a fin de ani-
mar el fragor sexual: unas palabras cariñosas al principio
y a veces, en plena excitación, incluso algunas palabras
groseras, jadeos, murrnullos o gritos, pueden tener efec-
tos insospechados en quienes las oigan. La habilidad y
sagacidad de un buen amante estaría en descubrir cuáles
son las adecuadas para su «oyente».
erógena, que se manifiesta a través del sistema nervioso.
El cerebro recibe los impulsos de los órganos sensoriales
y tanto aquél como éstos son imprescindibles para las
sensaciones sexuales. Si desconectamos el cerebro de los
órganos genitales —como ocurre cuando hay una sección
total de las médula espinal- comprobaremos cómo queda
anulada toda sensación de placer sexual, por muy bien
que funcionen dichos órganos. Y viceversa: el cerebro,
que por sí solo puede crear actividad sexual como ocurre
en los sueños y en las poluciones nocturnas, necesita de
los órganos genitales para poder manifestarla, si bien
puede prescindir de ellos para su sensación placentera.
El cerebro puede, incluso, anular psíquicamente un esti-
mulo físico’ producido en los genitales inhibiendo, por
ejemplo, su fantasía sexual para impedir así una eyacula-
ción precoz.
Los estímulos externos alcanzan los órganos sensoria-
les y en las terminaciones nerviosas de éstos se producen
luego unos impulsos bioeléctricos que recorren los ner-
vios hasta llegar a la médula o directamente al cerebro.
Cuando los estímulos sexuales son táctiles, alcanzan
las terminaciones nerviosas de la piel y producen los im-
pulsos bioeléctricos que recorrerán los nervios raquídeos
para llegar a la médula espinal -concretamente a la zona
lumbar cuando se estimula la piel de los genitales—; a
partir de aquí van por dos caminos: uno que llega direc-
tamente al cerebro para informar del estímulo y elaborar
respuestas psicofísicas complejas y otro que sale inme-
diatamente de la médula para producir, al llegar a la zona
estimulada, una respuesta inconsciente refleja y rápida.
Así, pues, el parapléjico (persona paralítica de la cintura
para abajo, por una sección medular o por otras causas)
generalmente consigue eyaculaciones, aunque no obtiene
placer de éstas.
Los estímulos sexuales no táctiles —vista, oído, olfato
y gusto- llegan directamente al cerebro produciendo
una respuesta en cualquier zona del cuerpo. Cuando se
añaden las percepciones táctiles a las no táctiles se pro-
duce un aumento en la percepción de todas. Así, por
ejemplo, en el sexo se incrementan el placer y la excita-
ción si además de tocar los seno, los estamos contem-
plando. Van der Velde (1926) recomienda mezclar en el
beso los sentidos del tacto, del gusto y del olfato.
No termina aquí el papel del sistema nervioso sino
que, gracias a una parte especializada del mismo —el sis-
tema nervioso autónomo o involuntario- conseguimos
obtener modificaciones adecuadas en nuestros genitales
para facilitar la realización del acto sexual, como puede
ser la lubricación de la vagina y del pene, además de mo-
dificaciones generales, como el aumento del pulso, del
ritmo respiratorio y otras.
La vista
Si no partimos de un primer estímulo sexual, no sería
fácil desencadenar el proceso de pensamientos sexuales
que nos llevarán seguidamente a la práctica. Esto es así
porque la vista predomina sobre los otros sentidos en
nuestro cerebro y permanece casi constantemente conec-
tada a nuestros actos, guiándolos.
Veamos lo que ocurre ante la visión de una imagen
erótica, como por ejemplo el caminar ondulante de una
joven: la luz y el color de esta imagen llegan a las termi-
nales nerviosas de la retina, las cuales se unen para for-
mar el nervio óptico a través del cual alcanzan la corteza
cerebral en su región occipital. Esta envía la información
a otras áreas especializadas del cerebro que realizan di-
versas misiones: evocar antiguas imágenes y situaciones
relacionadas con las actuales, almacenar la escena para,
a su vez, ser recordada ¡en un futuro, dar órdenes a los
músculos para que realicen movimientos como mover la
cabeza para seguir contemplando tan voluptuoso cami-
nar, relacionar esta imagen erótica con otros sentidos
para alertarlos —sentir su perfume, oír su taconeo—, in-
troducir el cuadro dentro de la vida psíquica superior
mediante el análisis moral y filosófico de la situación, do-
taria de contenido emocional —agrado, placer, interés,
pasión-— e instintivo.
Además, se realiza la activación genital mediante la
acción de los nervios periféricos llegados desde el cere-
bro a través de la médula espinal, tal como indicáramos
en el esquema anterior.
Estas imágenes eróticas se van grabando durante toda
nuestra vida y al repetirse ante nuestra vista, desencade-
nan casi inconscientemente y a gran velocidad una íntima
y vertiginosa serie de sensaciones eróticas que provoca-
rán irremediablemente el deseo sexual y, por tanto, el
ansia de su satisfacción.
El «voyeurismo» o «mironismo» no es sino el meca-
nismo habitual de todos los humanos para iniciarse en la
actividad sexual propiamente dicha, aunque hay seres a
quienes les resulta especialmente grata la prolongación
de esta etapa previa, llegando incluso en algunos casos
raros, a ser el único objeto sexual necesario para la satis-
facción: es a éstos a quienes se aplica el término «vo-
yeur» en sentido estricto.
El olfato
En toda la escala animal y durante la época de celo,
tiene gran importancia la atracción que experimenta la
pareja ante la olfación de unas hormonas sexuales —las
ferhormonas— pulverizadas en el ambiente y desprendi-
das fundamentalmente por el hombre. Esto no podría de-
jar de ocurrir en los hombres por el simple hecho de ha-
berse levantado y estar apoyados sobre dos patas, hazaña
que ha envanecido al hombre lo suficiente como para
pretender ignorar este vestigio ancestral.
De todos modos, la importancia que ocupa el olfato en
la vida moderna es extraordinaria; de ahí la enorme proli-
feración de la industria de perfumes, sobre todo femeni-
nos. Se pretende disimular y ocultar aquel olor que re-
cuerda los momentos más "animales" y más «naturales»
del hombre, en circunstancias ‘que aparentemente indican
una superación de nuestros orígenes. Es sabido que los
amantes que quieren ocultar su reciente actividad sexual
airean bien la habitación antes de que nadie pueda entrar,
con el fin de no ser descubiertos por el olor peculiar que
han dejado en ella.
Cuando alguien toma un alimento desagradable suele
experimentar náuseas de tan sólo volver a olerlo poste-
riormente. Lo, mismo ocurre con el sexo. Un olor nos
trae recuerdos eróticos, nos excita o nos impulsa a huir
de la persona que lo lleva.
El oído
De la misma manera que la vista, el oído puede recibir
frases, notas musicales y ruidos que desencadenan el
despertar sexual.
Muchas parejas necesitan esta «ayudita» a fin de ani-
mar el fragor sexual: unas palabras cariñosas al principio
y a veces, en plena excitación, incluso algunas palabras
groseras, jadeos, murrnullos o gritos, pueden tener efec-
tos insospechados en quienes las oigan. La habilidad y
sagacidad de un buen amante estaría en descubrir cuáles
son las adecuadas para su «oyente».
domingo, 30 de marzo de 2014
Los Sentidos y el Sexo
Según Kinsey, todo el cuerpo tiene capacidad erógena, que se manifiesta a través del sistema nervioso. El cerebro recibe los impulsos de los órganos sensoriales y tanto aquél como éstos son imprescindibles para las sensaciones sexuales. Si desconectamos el cerebro de los órganos genitales como ocurre cuando hay una sección total de la médula espinal comprobaremos cómo queda anulada toda sensación de placer sexual, por muy bien que funcionen dichos órganos. Y viceversa: el cerebro, que por sí solo puede crear actividad sexual como ocurre en los sueños y en las poluciones nocturnas, necesita de los órganos genitales para poder manifestarla, si bien puede prescindir de ellos para su sensación placentera. El cerebro puede, incluso, anular psíquicamente un estímulo físico producido en los genitales inhibiendo, por ejemplo, su fantasía sexual para impedir así una eyaculación precoz.
Así, pues, el parapléjico (persona paralítica de la cintura para abajo, por una sección medular o por otras causas) generalmente consigue eyaculaciones, aunque no obtiene placer de éstas. ‘ >
Los estímulos externos alcanzan los órganos sensoria les y en las terminaciones nerviosas de éstos se producen luego‘ unos impulsos bioeléctricos que recorren los nervios hasta llegar a la médula o directamente al cerebro.
Cuando los estímulos sexuales son táctiles, alcanzan las terminaciones nerviosas de la piel y producen los impulsos bioeléctricos que recorrerán los nervios raquídeos para llegar a la médula espinal —*concretamente a la zona lumbar cuando se estimula la piel de los genitales—; a partir de aquí van por dos caminos: uno que llega directamente al cerebro para informar del estímulo y elaborar respuestas psicofísicas complejas y otro que sale inmediatamente de la médula para producir, al llegar a la zona estimulada, una respuesta inconsciente refleja y rápida.
Así, pues, el parapléjico (persona paralítica de la cintura para abajo, por una sección medular o por otras causas) generalmente consigue eyaculaciones, aunque no obtiene placer de éstas. ‘ >
Los estímulos sexuales no táctiles —vista, oído, olfato y gusto—— llegan directamente al cerebro produciendo una respuesta en cualquier zona del cuerpo. Cuando se añaden las percepciones táctiles a las no táctiles se produce un aumento en la percepción de todas. Asi, por ejemplo, en el sexo se incrementan el placer y la excitación si además de tocar‘ los seno, los estamos contemplando. Van der Velde (1926) recomienda mezclar en el beso los sentidos del tacto, del gusto y del olfato.
No termina aqui el papel del sistema nervioso sino que, gracias a una parte especializada del mismo —el sistema nervioso autónomo o involuntario-— conseguimos obtener modificaciones adecuadas en nuestros genitales para facilitar la realización del acto sexual, como puede ser la lubricación de la vagina y del pene, además de modificaciones generales, como el aumento del pulso, del ritmo respiratorio y otras.
La vista Si no partimos de un primer estímulo sexual, no sería fácil desencadenar el proceso de pensamientos sexuales
Las Caricias
El principal enemigo de una sexualidad adulta y racional es la ignorancia, que trae una serie de problemas y frustraciones, tanto para el individuo como para la pareja, impide vivir como personas, dificulta las relaciones, en especial en el matrimonio; crea complejos personales; trae embarazos no deseados; viene acompañada de problemas como la impotencia o desviaciones sexuales. Para que una sexualidad sea plena y madura es necesaria una adecuada información y un nivel de madurez personal importante.
Las zonas erógenas son las diversas partes del cuerpo humano capacitadas especialmente para recibir o transmitir estímulos sexuales. Se emplean aquí todos los sentidos, pero sobre todo el del tacto. Una descripción de las zonas erógenas del hombre debería incluir la zona genital, los labios y la lengua, las orejas, el cuello, las tetillas, la cintura, los muslos, las manos, el codo.
En la mujer, el placer es mayor si las caricias se concentran en determinadas zonas: la boca, los labios y la lengua, la vulva, los senos, las orejas, el cuello, los hombros, las manos, el monte de Venus, los muslos, el codo, la cadera, la axila.
Para mí, el contacto del cuerpo es más importante que los orgasmos. Un buen beso, una sonrisa, tocarse en medio de la noche y oír el latido del corazón y la respiración, los ojos (¡los ojos!) y las palabras que se dicen después de hacer el amor, hacen del sexo algo muy especial.
Un abrazo intenso y un ‘te quiero’ y ‘te querré’ y ‘lo eres todo para mí’ y ‘aquí está mi corazón y mi alma’, valen más que todo el oro del mundo. Un abrazo apasionado y de corazón puede ser superior a un orgasmo». Estas palabras, entresacadas del Informe Hite, expresan la importancia que pueden tener ‘ la conversación y las caricias para muchas mujeres e incluso para muchos hombres: e e
En la caricia intervienen varios elementos. En primer lugar, la finalidad de la caricia es la expresión de un afecto y la consecución del deleite sexual. Cuando acariciamos. manifestamos a la otra persona amor y cariño ‘o aceptación. En la relación de la pareja la caricia tiene.
además, un componente sexual importante. tanto de excitación en vistas a la culminación del placer sexual. como de finalidad en sí misma. o sea. la caricia por la caricia. porque es agradable y placentera.
Según lo dicho anteriormente. existiría la caricia afectiva. la caricia sexual y la afectivo-sexual. La caricia afectiva se da cuando nos relacionamos con los familiares, los niños. los animales. etc. Con ella se comunica cariño, amor, se da seguridad, se consuela.
La caricia sexual mira más directamente a la estimulación y la excitación sexuales y puede realizarse. como hemos indicado antes, sin vistas al orgasmo o como una preparación para el coito. Este tipo de caricias en estado puro es menos frecuente y suele darse más la afectivo-sexual. ya que en
V toda relación de pareja suele haber un componente afectivo. que es extraordinario cuando existe un amor pro fundo.
La sociedad pone innumerables impedimentos al contacto físico y a la caricia. La gente incluso está en guardia para eliminar cualquier elemento erótico en la caricia afectiva. Los contactos muy tiernos e íntimos entre padres e hijos cuando éstos son pequeños, llegan a espaciarse y a desaparecer cuando se convierten en adolescentes. Se rechaza todo atisbo erótico en este sentido y cuesta reconocerlo. Aunque en el ser humano haya un componente sexual implícito en las relaciones con los familiares, culturalmente lo negamos. Cuando una madre contempla el cuerpo bien formado de su hijo joven, o un hermano y una hermana se pellizcan en ciertas zonas, hay un elemento erótico más o menos ligero, que hay que reconocer y que en modo alguno indica perversidad.
La caricia sexual o erótica se distingue por las siguientes características: la finalidad de la caricia, que es la excitación y el placer; la zona acariciada, que puede ser la cara o las manos en la afectiva, mientras que la erótica se desborda y llena todo el cuerpo como un torbellino, fijándose en especial en las zonas erógenas y se dirige, según progresa la caricia, a los órganos sexuales.
La caricia erótica suele ser rítmica y repetitiva: se estimula una y otra vez la zona elegida, hasta que se comprende que tocar esa zona ya no es efectivo, pasando a otra nueva, para volver luego a la anterior, o bien se persiste en una determinada, si se trata de conseguir el clímax, en cuyo caso será generalmente en el clítoris o en el pene.
La caricia sexual o erótica se distingue por las siguientes características: la finalidad de la caricia, que es la excitación y el placer; la zona acariciada, que puede ser la cara o las manos en la afectiva, mientras que la erótica se desborda y llena todo el cuerpo como un torbellino, fijándose en especial en las zonas erógenas y se dirige, según progresa la caricia, a los órganos sexuales.
La caricia erótica suele ser rítmica y repetitiva: se estimula una y otra vez la zona elegida, hasta que se comprende que tocar esa zona ya no es efectivo, pasando a otra nueva, para volver luego a la anterior, o bien se persiste en una determinada, si se trata de conseguir el clímax, en cuyo caso será generalmente en el clítoris o en el pene.
La intensidad de la caricia sexual es variable: al principio es suave y luego se va incrementando su fuerza, puede volverse nuevamente a la suavidad o continuar en intensidad creciente. Cuando se llega a cotas elevadas de excitación sexual, la estimulación puede hacerse dolorosa. ¿Cuáles son los órganos que se pueden acariciar? La respuesta es: todo el cuerpo. Conviene emplear especialmente las manos y brazos, la nuca y los dientes, la lengua y los labios, los senos de la mujer y las tetillas del hombre, el pene, piernas y pies, el abdomen. Las zonas erógenas darán un placer más in-
tenso. y Hay un problema que preocupa a algunas mujeres: cuando comienzan a acariciarse con su pareja, parece que el hombre quiere llegar siempre en seguida al coito, mientras que. ellas estarían muy a gusto prodigándose caricias de todo tipo, que las hacen sentirse muy felices.
Por otra parte, si es la mujer quien las comienza, el varón interpreta que ella quiere el coito, cuando no siempre es así. Realmente, la causa de estos malentendidos es la mala información o formación sexual y la mala comunicación entre los amantes. El hombre debe conocer a su pareja y darse cuenta cuándo ésta desea unos momentos de solaz y ternura y cuándo quiere ser excitada hasta el orgasmo.
Es una cuestión de delicadeza y de atención por parte del hombre, que debe tratar de conjugar sus
deseos con los de su compañera, obteniendo así un beneficio mutuo. Hay tiempo para el coito, tiempo para la caricia y tiempo para la caricia larga que precede al coito. Todo debe caber en la vida de relación sin que un elemento anule a los demás, pues en ese caso sobrevendrán en seguida el aburrimiento o la frustración, echando por tierra toda armonía o interés.
miércoles, 22 de enero de 2014
Pedagogia de la Sexualidad: Una breve reflexion
Una breve reflexión
Desde un punto de vista sociológico cada individuo, desde nacimiento, se está educando sexualmente, primero, en casa con los padres, familias, amigos, medio de comunicaciones, escuelas y demás a través los valores, normas, costumbres, actitudes, acciones, opiniones, consideraciones u omisiones de las personas o ambiente socio-culturales que está rodeando.
El aprender, tanto como el no aprender, está educándose; el hacer, tanto como el no hacer, está educándose; besar, tanto como el no besar, está educándose; desnudar, tanto como el no desnudar o cubrir; está educándose; dejarle que se mira y toque sus genitales, tanto como el prohíbe mirar o toque, está educándose; abrazar y besar ante de gente, tanto como reprimírselo; está educándose. Cualquier acción y actitud que se haga, o que no se haga, afectara y determinara su educación sexual, por lo que debemos entender esta proceso del aprendizaje o socialización como un proceso dinámica mucho más complejo, complicado y completo que el mero hecho de hablar un día sobre el sexo¡
Muchos educadores de la sexualidad y amor; es decir, los amigos, las escuelas, los medios de comunicaciones, los médicos, gobierno, incluso mayoría de los papas y mamas, ante la “pena y vergüenza” que el tema de la sexualidad les produce, justifican sus incapacidades de hablar sobre la sexualidad; así crean que el amor y sexo si es una sensación placentera, cuya experiencia es una cuestión de casualidad y se aprender solas en la calle, y no requiere ninguna aprendizaje y esforzarse ¡
Además, la llamada educación que la mayoría de nosotros ha recibido ha sido de tipo limitado y restrictivo; de forma directa o indirecta, se nos aconsejó hablar lo menos posible del tema porque no era “bonito”, y , en las otras culturas consideraron “pecado” y “sucio”¡ Así , nos dejaron lagunas bastante profundas, puesto que incluso las nociones más básicas de anatomía sexual se eludieron y evitaron ¡Muchos podemos recordar los libros de ciencias naturales, en los que el cuerpo humano parecía carecer de órganos genitales. Parte de la inhibición y dificultad que tenemos para hablar de sexo responde a lo obedientes que fuimos ante esta actitud ambigua frente a lo sexual ¡
Los resultados de este tipo de pensamiento y postura se presentan con gran cantidad de problemas, dificultades, disfunciones, desintegraciones familias, mediocridades, deshonestidades, adulterios, agresiones, violaciones, desviaciones, enfermedades, embarazos no deseados, separaciones y divorcios ¡
En otra lado, mucho años de información distorsionadas, incorrectos, represiones sociales, ocultamientos, espejismos, mitos y fantasías culturales y religiosos han dado lugar a un cumulo de falsedades y tabúes; así como, a separar la sexualidad del resto de la personalidad del individuo. Cuestiones como: Que es, con quien, cuando y como sobre el sexo, tanto entre la familia, como en la escuela, y público se generan pena y angustia, y considerando rara, fea y /o maleducada ¡
Pero, al contrario, ahora, no se trata de que la mayoría de gente no quieren, o no conocen la importancia de psicopedagogía de la sexualidad y amor para mejora su vida, sin embargo la importante es que nosotros conocemos que la misma gente carecen y son ignorante de su propio historia, cultura, sexualidades, explotaciones, hostilidades, y las patologías pero están alimentando sino que la mismo gente diario estén platicando mor morosamente de la sexualidad, ven innumerables películas basados en historia de amor felices o desagradables, escuchando centenares de canciones insignificantes que ablando de amor patológicos, películas pornografías sádicos, adulterinas, cambios de parejas, uniones libres, separaciones, divorcios y casar otra y otras ves; una poligamia cubierta; sin embargo, y cuestiona casi nadie piensa: ¿Por qué y que es mal o que no está funcionando bien , y aprender para solucionarlos ¡?
El punto central que debe reflexionar y tomar en consideración es que la sexología no es una simple ciencia aislada y separada del restos del disciplinas sino es una disciplina pluridimensional, pero interdisciplinario y multidisciplinario, que su entendimiento requiere las contribuciones de otras disciplinas como antropología, biología, historia, medico, psicología, sociología, patologías culturales y sociales ¡
¿Qué nos dice la historia?
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Pedagogia de la Sexualidad
viernes, 17 de enero de 2014
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